¿Qué estamos diciendo cuando mencionamos que un niñ@ está haciendo un berrinche? ¿O más aún, cuando decimos que es “berrinchudo/a”?
Estamos posicionándolo en el lugar de caprichoso, entendiendo su demanda y su interés como un mero capricho, lo que implica desestimarla y desacreditarla. Desde este lugar hay poca cabida a la aceptación de la emoción del niñ@ quien se lleva todos los créditos de responsabilidad por desatar una situación de malestar “sin sentido”.
¿Y qué hay si renombramos esta situación entendiéndola como desborde emocional?
Desde esta perspectiva se visibilizan y avalan dos cosas fundamentales:
- Por un lado, el interés del niñ@ por descubrir el mundo, por explorar, por degustar, por conocer y conocerse, tanto en sus aperturas y potencialidades como en sus límites. Hecho fundamental en el proceso de integrar la realidad y de expandir su potencial creativo.
- Por otro, comprendemos la complejidad psíquica emocional que este proceso conlleva. El desborde emocional que se puede desatar por momentos en este proceso es una resolución a la constante tensión entre una fuerza intrínseca del niñ@ por conocer el mundo en toda su amplitud y una fuerza limitante por parte de ese mismo mundo que se dispone a conocer que frena este impulso.
Estas situaciones de desborde suelen darse hacia los 2 años, pero bien puede ser antes o después.
El hecho es que comienzan a aparecer en una etapa en que el niñ@ ha ganado un empoderamiento en sí mismo tal, que empieza fervientemente a buscar ir hacia sus propios intereses y poner en juego todo su potencial. No obstante, continua construyendo la noción de separación en relación a los adultos referentes (es decir, cierto nivel de comprensión de que son individuos separados y diferentes), y aun mantiene como su lugar de suma seguridad a ese otro adulto/cuidador.
Pues entonces, cual adolescente, puede encontrarse en tensión entre el ir hacia su propio interés y no perder ese lugar de refugio que resulta el otro, (¡que también refugia al limitar!). Y como las nociones temporales a estas cortas edades aún son acotadas, el presente se vive como la constante, entonces un “no” con tono que denote enojo puede significarle la pérdida de ese refugio, de su lugar de mayor seguridad…
He aquí una de las razones por las cuales a veces, como madres o padres, nos encontramos diciendo “es sólo conmigo que lo hace”
Pues bien, mamá, papá: no sufras! No te está pasando solo a vos, pasa desde que hay nociones de nuestra existencia como especie… igual que viene se va y forma parte del aprender a gestionar la frustración y otras tensiones humanas.
¡Y esto es esencial! Si logramos manejar estas situaciones, desde la comprensión, sin mayor escándalo, resultará en un aprendizaje de conexión con las emociones propias, con el dolor. Alejando el sufrimiento, que implica un estancamiento en el dolor por no tolerar su aceptación.
Pues entonces, nuestro objetivo no debería ser que la crisis de desborde emocional se pase, de evitarla o intentar que se resuelva rápido. Eso sería negar sus emociones y sentimientos, reprimirlos. La crisis va a pasar. Se trata de ver cómo acompañamos estas crisis, cómo vamos a validar esas emociones a la vez que los ayudamos a gestionar la situación.
- ¡Es difícil! No queremos que nuestros hij@s la pasen mal. De suceder en un lugar público, a nadie nos sienta bien sentir que se nos mira con ojo prejuicioso “qué horror, si no puede con su hij@ de 2 años imagínate lo que va a ser cuando sea un adolescente”. Y la crisis no se pasa y la impotencia y vergüenza se acrecientan…
Ergo:
– Tratamos de evitar la situación, con un pensamiento de “si aplaco la manifestación, el dolor no está”, lo que resulta en encierro del dolor en sufrimiento.
– Ante la impotencia y vergüenza, el estado de tensión es mayor y la posibilidad de amortiguación de la crisis menor.
- Ahora bien, teniendo en claro que estas crisis no son nada más ni nada menos que un desborde emocional, que puede resolverse en aprendizaje emocional con mayor tolerancia a la frustración y reaseguramiento en sus referentes, quizá podamos acercarnos más al estado de calma que beneficia al niño en este proceso.
A tener en cuenta:
- ¿Cuándo aparecen las crisis? Cuando el niño recibe un límite, tanto externo como propio: ante un “No” o semejante o ante una incapacidad propia en lograr lo que esperaba lograr.
- ¿El niño, la niña la está pasando mal? Sí, la está pasando mal.
¿Cómo puedo acompañar de la mejor manera esta situación?
Teniendo en cuenta cuándo aparecen las crisis: si bien es difícil escaparle, podemos prevenir algunas. ¿Cómo?:
- Evitar exponerlos a situaciones en que sus ganas de explorar deban verse totalmente coartadas, donde su actividad espontánea recibirá constantes “no”.
- Cotidianamente, habilitar momentos de espacios seguros donde puedan explorar en total libertad sin otras limitantes que sus propias capacidades.
- Brindarles la posibilidad de elegir. Esto puede ser, entre dos opciones que como adultos consideramos pertinentes. Lo importante es que se sientan electores de su propio quehacer. Genera autoconfianza y autonomía.
- Ante un “No” brindar un “Sí”. Leyendo el particular interés del niño: si quiere dibujar en la pared, quizá le propongo dibujar en un amplio papel. Proponerle, por ejemplo, jugar con un auto, quizá no tenga mucho sentido a su interés de ese momento.
- Pensar bien los límites y quizá hacer un tamizaje de cuáles son, a mi considerar, los realmente importantes.
- Acompañar la puesta de límites con explicaciones claras. Tanto si entiende con claridad, como si simplemente lee el tono de voz, genera confianza en el límite. Entonces el límite cobra calidad de contención: no es el límite frío, duro, cortante, es un límite amable y cálido que tiene una razón de ser.
- Tener en claro cuando un límite es por la seguridad del niño y cuándo es por miedo o un desagrado propio. Explicarlo: “Esto puede ser inseguro para ti”, no es lo mismo que: “A mí me da miedo que hagas eso”, o que: “No quiero que rompas eso”. Esto es importante para no poner la limitante en el niño. Pensemos que si está en búsqueda y despliegue de su propio potencial, decirle “esto te va a salir mal” no es más que coartar su proceso de empoderamiento.
- Validar su interés, ¡reconocerlo! Y siempre dar respuesta, esto no implica permitir que haga cualquier cosa: implica dar una respuesta a su petición. “Si. No. Porque. Quizá en otro momento. Si pero de esta manera y no de esta otra”
- Permanecer corporalmente disponibles ante demandas de contención y mimos, sin caer en la idea de que “es un mañoso”. Recordemos que esto solo brinda mayor seguridad y confianza ante el encuentro con el mundo. Exponerlos a “encontrarse con la dura realidad” a edades tempranas, no hace más que generar inseguridad propia y miedos ante el mundo.
En definitiva, devolverles lo valioso de que quieran encontrarse con el mundo, imprimiendo sus modalidades y manifestando sus intereses propios, a la vez que nos presentamos como confiables brindadores de seguridad, donde el niño pueda sentir confianza en su lugar de refugio, lo que lo lleva a ir integrando los límites desde este lugar, desde un lugar contenedor y no coartador.
Una vez que ACONTECE el desborde emocional (¡que en mayor o menor medida sucederá en todas las crianzas!), recordar justamente que es un desborde emocional y no un berrinche que “me hace a mí” con intenciones manipuladoras. Desde este posicionamiento podemos intentar:
- Procurar calma, lo cual implica aceptación de la emoción: sí hay angustia, hay sentimiento de frustración. El aceparlo hace de estos sentimientos, dolor pero no sufrimiento. Comprender esto permite que el niñ@ pueda integrar, aceptar, que los descontentos con el mundo no son el fin del mundo (y esto a tempranas edades es literal)
- Mantenernos y manifestarnos disponibles, sin invadir:
Mostrar sostén, presencia, contención. Mantenernos cerca.
Cuidar físicamente (que también es un cuidado emocional y psíquico): vigilar que no haya nada con que pueda hacerse daño.
Compartirle que estamos para abrazarlo, acunarlo cuando lo desee.
Esperar. Con esa calma mencionada, atención y actitud comprensiva.
“Debemos reafirmarnos en ser ese puerto seguro en el que poder atracar cuando hay temporal” (Tetaaporter.com) Y esto es: estar presentes sin invadir su espacio, ser el puerto, no el barco.
- Una vez que pasa podremos acercarnos, quizá manifestarles que comprendemos su frustración o su dolor. Es probable que necesite un abrazo, la teta (si toma teta). Resulta oportuno habilitar el diálogo, la expresión de su sentimiento en palabras luego de haber expresado corporalmente, así como también el silencio y el llanto.
- Es preciso tener en cuenta que puede sentirse muy agotado y necesite mimos y descanso o bien descanso en algún lugar físico que viva como contenedor: ¡es una vivencia muy intensa! También puede que lo trascienda prontamente y vuelva al juego: no deja de haber sido una vivencia muy intensa.
- Debemos evitar juicios, moralización y cualquier recriminación ante su comportamiento. Si es preciso ya se encontrará el momento para recordar e incluso reforzar el límite recientemente impuesto.
- Si como adulto considero que me equivoqué en el límite impuesto, puedo manifestarme al respecto, es válido que el niño integre las equivocaciones y las relatividades del mundo.
- A través de esto intentamos que el niñ@ no interiorice la idea de que debe atravesar por una crisis de desborde emocional para alcanzar lo que desea. Porque de esa forma el límite nunca seria visto como contenedor y se gestaría una relación poco honesta, de manipulación mútua.
A modo de conclusión:
Quizá no es posible avalar todas las actitudes de un niño, pero SÍ, definitivamente sí, todos los sentimientos o emociones son válidas, nos gusten más o menos: Son. Y de esto se trata la comprensión del desborde emocional.
Si bien estos momentos de desborde no son deseados por nadie, si se resuelven amorosamente, forman parte del aprendizaje del mundo, de las relaciones y de uno mismo, forman parte de aprender a gestionar la frustración y el dolor, a contactar con la emoción y llevarla a calidad de sentimiento. Reprimirlo solo hará que más emociones negativas se acumulen, no es la salida, es un mal parche.
Acompañar estos desbordes pasa por sostener, acoger, comprender y escuchar. Son la oportunidad perfecta para mostrarles que nuestra comprensión, no tiene condiciones y que el mundo es un lugar amable y acogedor.
Y ante nuestra desesperación de madres padres: también, a pedir abrazos y contención!
– Referencia bibliográfica: aportes del artículo “Acompañar las rabietas (el desbordamiento emocional)”. Autora: Romina Perez Toldi. Pedagoga especializada en cuidado y desarrollo en la primera infancia. Barcelona, España. Disponible en www.tetaaporter.com –